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El Imperium cree que la galaxia le pertenece por derecho. En un millón de mundos e incontables estaciones espaciales, colonias lunares y puestos de escucha, sus ciudadanos trabajan penosamente en nombre del Dios Emperador. Estos mundos, lugares crueles diseñados para alimentar un interminable esfuerzo bélico, reflejan la brutalidad del dominio imperial.
El Imperium es vasto y expansivo. Incluso cuando cientos de mundos sucumben a guerras, invasiones y desastres naturales, centenares más son conquistados, reconquistados y colonizados. Todos los mundos imperiales son arrastrados a la maquinaria bélica galáctica del Imperium y especializados para ser lo más brutalmente eficientes posible. Algunos son convertidos en vastas granjas, otros albergan ciudades colmena con poblaciones colosales que viven en la miseria. Hay incluso mundos que no hacen más que forjar armas. En otros, miles de millones de escribas escrutan pergaminos interminables mientras gestionan la laberíntica burocracia del Im- perium, mapean sus cambiantes fronteras y organizan ingentes cantidades de datos.
Cada mundo tiene un pro- pósito y un diezmo que debe pagar al Imperium. Incluso los planetas más hostiles como las junglas de Catachan o los helados páramos de Ferris tienen un papel vital. Es en estos inhóspitos planetas donde el Imperium recluta a sus regimientos más temidos del Astra Militarum y Marines Espaciales neófitos. El planeta más sagrado del Imperium es Terra, el mundo una vez conocido como la Tierra que es ahora hogar del mismísimo Emperador.
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